lunes, 26 de diciembre de 2011

Axiomas Navideños

Según el famoso filósofo Descartes (que era el más facilillo de estudiar en el instituto), un axioma podría definirse como una verdad cierta e inmutable.
Pues iba yo ayer mismo pensando en mi metro que en estas fechas tan entrañables y bonitas y familiares hay un montón de ejemplos de axiomas que se reproducen, casi idénticamente, en un porcentaje bastante revelador de la población (menos en el grupo, del que me excluyo, que tiene unos principios tan sólidos que se la trae al pairo toda la historia ésta de la Navidad).
Axioma número 1: El cambio de actitud.
Ahora, en estos días, todo el mundo es más bueno, simpático, amable y tal. ¿Por qué? La versión oficial habla de que es una época de reflexión personal y demás, pero yo creo que la verdad es que la gente está acojoná de que los puedan ver los Reyes Magos y, si son malos, les traigan carbón. Así, uno puede ver escenas esperpénticas como ese buen hombre que, al ir a aparcar su coche, ve al gorrilla de turno que le llega corriendo a la voz de "¡Jefe! ¡Jefe!" y, en vez de dar marcha atrás con su vehículo y pasarle tres o cuatro veces por encima al muy chupóptero (que es, seamos sinceros, lo que nos apetece hacer a todos), le da el eurazo con una sonrisa y le felicita las fiestas (y además, si la peli es americana, se lo lleva a casa a cenar en Nochebuena con su familia).
Axioma número 2: Días para estar con los tuyos.
Pues eso. En estos días le sube a uno descomunalmente la factura del teléfono (fijo y móvil, y eso que las compañías de los cojones ni nos mandan a casa felicitación ni nada). El motivo: hay que llamar a todo el mundo para felicitarles las fiestas. Aquí, en un primer momento, dividimos inconscientemente a la gente que conocemos en dos grupos. Por un lado tenemos a aquellos que se merecen escuchar nuestras melodiosas vocecillas y con los que hablamos un ratazo enorme (generalmente para preguntarles por la familia y comentar el frío que hace y lo mala que está la cosa) y, por otro lado, a los que (mayoría) les mandamos un mensajillo con el móvil (en ocasiones, a todos el mismo) y que les vayan dando. Pero yo me pregunto: Si hay gente con la que no hablamos en todo el año, ¿no será que no los aguantamos? ¿Aún así hay que llamarles? ¡Pues ellos tampoco nos llaman a nosotros en todo el año! Si acaso, nos mandan un mensaje con su móvil.
Axioma número 3: Yo nada más que probarlo.
En estos días de reuniones sin control (días aciagos para los que, como yo, somos unos antisociales y tenemos más feeling con los animales del zoo que con nuestros conciudadanos), corremos el riesgo de coger unos kilitos de más (quince o veinte) al resguardarnos tras la frase "yo solo probarlo". Independientemente de la fecha y hora en la que visitemos o seamos visitados por alguien, el consumo descontrolado de alimentos está garantizado. Si los visitados somos nosotros, hay que comer para que las visitas no piensen que, por porculeros y coñazo, les hemos puesto por delante algo envenenado y, si la visita la hacemos nosotros, hay que dejar los platos limpios en señal de que nos sentimos alagados por poder degustar los típicos productos navideños que nos sacan todos los años (en muchos casos, dichos productos son literalmente los mismos que nos sacan todos los años). Y todo esto sin hacer referencia a los días más señalados, en los que las comilonas son unas orgías de calorías sin ningún tipo de control.
Axioma número 4: Nunca más en la vida.
En estas fechas, cuando un viaja en metro o, simplemente, va dando una vuelta por la calle, se cruza con un sin fín de personas con expresiones cadavéricas y miradas que reflejan el horrible sufrimiento que experimentan en su interminable y dolorosa agonía, es decir, que la gente suele ir por ahí con una resaca descomunal. Si tenéis ocasión de preguntar a algunos de estos seres casi etéreos las respuestas son siempre las mismas: ellos no querían beber, pero claro, se juntan unos cuantos (que digo yo que armados hasta los dientes y con fotos de sus seres queridos con unos puntos de mira dibujados encima) y los obligaron. Además, ninguno bebió mucho, el problema fue que mezclaron. Y llegados a este punto es cuando uno le pregunta que qué mezclaron (sobre todo para no hacerlo uno, aunque, por lo menos a mí, a la segunda copa ya se me ha olvidado lo que no tenía que mezclar), y la respuesta es más que reveladora: Generalmente, se mezclan tres o cuatro cervecitas antes de la comida/cena, cinco riojitas con la comida, un licor de hierbas, que es muy digestivo, tres o cuatro chupitos antes de abandonar el restaurante y entre cinco y diez cubatas (dependiendo de la economía de cada uno) en la discoteca de después. ¡Ajá! Pues es cierto, el problema es mezclar, ¡pero mezclar en la sangre entre cuatro y ocho litros de alcohol de una sentada!
Axioma número 5: La paga extra fantasma.
Hay un día, terminando el mes de Diciembre, en el que la felicidad nos innvade a aquellos que tenemos la tremebunda suerte de poder "disfrutar" de una nómia fija. Es el día en que nos ingresan la paga extra. Pero como toda felicidad de verdad, de la buena, de la buena, dura menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Entre comidas, compras de regalos, algún caprichito y demás, ese dinero desaparece casi antes de que nos lo hayan ingresado. Parece como si cogiera el Delorean de Regreso al Futuro. Pero lo peor no es que la paga extra desaparezca casi antes de que nos la hayan ingresado, sino que, como nos venimos arriba al ver cómo nos queda la cuenta tras el ingreso, nos terminamos gastando bastante más que el importe de la paga en sí (somos criaturas débiles y tal).
Ahora, como en las revistas de seria divulgación científica tipo Cosmopolitan, me atrevo a presentar los resultados del test:
Si usted solo cumple uno de estos axiomas, es una criatura ruín y despreciable que se merece ser dado de lado por toda la sociedad en estas fechas tan entrañables y morir solo y en la oscuridad.
Si usted cumple entre dos y cuatro axiomas, es también una criatura ruín y despreciable, pero que más o menos se deja invadir por el espíritu navideño y se vuelve, durante unos días, un poquito mejor persona aunque, eso sí, con más kilos y menos neuronas (es el coste de la vida).
Si usted (como es mi caso, debo reconocerlo) cumple con los cinco axiomas, sigue siendo una criatura ruín y despreciable, aunque no se preocupe, ¡tiene muchísimas opciones de no sobrevivir a estas Navidades!
¡Uf! ¡Llego a mi parada! Tengo que bajarme. ¡Hasta el próximo viaje!

PD: ¡Feliz Navidad a todos y próspero Año Nuevo!

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