domingo, 12 de febrero de 2012

La hija de Satán

Me subo yo en mi metro tranquilamente el otro día, de vuelta del trabajo, y tras unos segundos, me doy cuenta de que, entre las docenas de personas que se apiñaban a aquella hora en los vagones, deseosas de llegar a sus casas para descansar un poquito después de la jornada antes de que, al día siguiente, las vuelvan a "crujir", se encontraba, seguro segurísismo, toda una celebridad del inframundo: la hija de Satán.
¡Sí, sí! ¡Y eso que no era fin de semana ni nada!, pero supongo yo que su papi le habría dado algunos euros mientras le decía eso de "antes de las doce te quiero en casa".
A lo que vamos. La criatura, más que posiblemente un horrible y terrorífico demonio milenario que se alimenta con las almas de recién nacidos y de chachorritos de perro desde hace eones tenía, más o menos, el aspecto de una chavalita de unos quince añitos. Monísima ella con su pelo rubio y sus ojazos claros.
¿Qué de dónde saco entonces el título de esta entrada del blog? ¡Muy fácil!
Lo del pelo rubio lo descubrí tras un concienzudo análisis por mi parte (sí, así con las gafitas un poco caídas y todo, tipo Grissom en CSI), ya que, en realidad, lo llevaba a bonitas y elegantes franjas. Unas rubias, otras negras, un par de mechones morados, y varias trencitas sujetas con coleteros negros con calaveras y cruces invetidas (de verdad, de verdad, palabrita del Niño Jesús). Luego, alrededor de sus preciosísimos ojos verdes (por eso de que todo el mundo tiene que tener algo, supongo) llevaba una nada sutil capa de maquillaje negro de varios dedos de espesor. Le quedaba, más o menos, como si se le dan un buen par de hostias a alguien y el susodicho va después y se muere, uniéndose los moratones con las ojeras típicas de los cadáveres.
En cuanto a la ropa, nada, lo normal, pantalones estrechos de cuero negro repletos de quincalla por todas partes, todas ellas con agradables y tranquilizadoras formas de esqueletos, murciélagos y demás. Camiseta negra, tirando a harapienta, de algún grupo de Heavy Metal durísimo del submundo. Por último, cerrando el conjunto, cazadora de cuero con chinchetas y botazas descomunales como las que usaban los Nacional Socialistas para patear cabezas judías con unas suelas más gordas que los bocadillos que me hago cuando tengo un día malo (y, créanme, esos bocadillos son descomunales).
Como no podía ser de otro modo, la criatura llevaba unos casquitos en las orejas con un temita de Speed Metal sonando a todo trapo. Y ella ahí, cantando (bajito, para no molestar) con toda su alma.
¿Lo que más miedo daba? (Además de las pintas, claro) Pues no sé si decidirme por su carita de muñeca de porcelana satánica, tipo muñeca diabólica, o por su dulce vocecilla de esas que tienen los fantasmas de las niñas cruentamente asesinadas en las pelis de mucho, mucho miedo.
Aunque no sé, si me paro a pensarlo bien quizás lo que más miedo daba, pero por mucho, mucho; y siempre en el hipotético caso en que, en realidad, la criatura no fuera como yo creo la hija biológica de Satán; fuera la expresión aterrorizada y desencajada, temible subida de tensión arterial y amaguito de infarto incluídos, de cierto papaíto al ver a su tierna hijita mientras le decía: "¡Me voy! ¡Hasta luego!" 
¡Uff! ¡Llego a mi parada! Tengo que bajarme. ¡Hasta el próximo viaje!

1 comentario:

  1. Muy bueno como todos los demás. Dice una fan (llamada mamá) que dice que la chica del texto le recuerda a alguien( y no quiero señalar...)a los 18 años...ejem...En fin, ¿tú no querías un comentario de la familia? Pues aquí está. Besotes hermano. ;)

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