miércoles, 16 de noviembre de 2011

¡Ya llegan las elecciones!

Iba yo hoy en mi metro pensando un poquito en las próximas elecciones del día veinte de noviembre. Supongo que lo hacía porque hace poco he tenido la ocasión de ojear los programas electorales de los dos partidos principales. Creo que es algo así como el que, teniendo un buen Cardhu o un Matuzalem en el mueble bar de casa, prefiere meterse entre pecho y espalda un buen tragito de lejía o similar.
La primera impresión que me dieron es que los dos estaban redactados por el mismo equipo: Pajares y Esteso. Por lo demás, escarbando un poco en la palabrería superficial, ofrecen unas soluciones muy válidas para la descomunal crisis que se nos está comiendo con patatas y todo. Por un lado, tenemos el del partido de la rosa (que creo yo que tendrían que cambiar por un cardo borriquero, para que las gentes los identificasen mejor), que viene a decir algo así como que se va a parchear mal y rápido todo lo que se pueda y que mariquita el último, y que los banqueros y los políticos primero (que mujeres y niños hay muchos por ahí). El otro, el de los de la gaviota (que les quedaría mejor, creo yo, un buitre carroñero o, por el nombre del gracioso animalillo, una polla de agua), defiende que se nos de bastante más por el culo a los que tenemos menos voz (para que así, al gritar, se nos oiga menos y no molestemos), con el loable y harto improbable objetivo de que las cifras cuadren un poquito de cara a presentarlas a Europa, y así las potencias del Viejo Continente nos metan "la puntita nada más", en vez de convertirnos en su zorrita thailandesa durante una sesión de sado-maso.
Pero lo malo, lo malo malo de verdad, lo malo como el malo de las películas, es que los del cardo y los del buitre son las únicas opciones reales que tenemos. Porque claro, este país nuestro es poco previsor y deja siempre las cosas para el último momento (¡Ajá! ¡Así que la culpa no es mía, sino del país!), y así nos va. Nos tendríamos que haber juntado unos cuantos y haber hecho nuestro propio partido. Uno de verdad, con intención de cambiar las cosas.
Y así, entre parada y parada, me pongo a darle vueltas al partido que yo fundaría y al programa que habría que presentar. Lo primero: el nombre. Tiene que ser un nombre pegadizo y que conecte con la gente. Fácil: Partido democrático HASTA LOS HUEVOS.
Luego, las promesas. Fácil también porque, como no me van a votar en mi vida, puedo prometer lo que me salga de los cojones.
1. La bandera. Enseñar y presumir de bandera siempre se ha considerado facha y retrógrado. Pues muy bien. Yo solito he encontrado la solución: quitamos el escudito que tiene en el centro y le ponemos la Copa Mundial de la FIFA, ya que solamente cuando España ganó el Mundial a todo el mundo le importó un carajo que se enseñara la bandera por todas partes (y la gente le daba besitos y todo).
2. El himno. Aunque nos ahorramos el ridículo de ver a nuestros deportistas desafinando de lo lindo, tenemos que renococer que incitar, incita poco al patriotismo. Creo que el motivo es que está mayor y tal (a lo mejor si lo versionara Bisbal...). Mi propuesta es que lo cambiemos por el tema de Tito & Tarántula "After Dark". ¡Sí, sí! El que sale cuando baila con la serpiente Salma Hayek en "Abierto hasta el Amanecer". Estoy convencido de que le gustaría más a cualquier hombre (Porque todos los hombres hemos visto esa película o, al menos, esa escena por Internet. Si alguno lo niega, o miente o - preocúpese si este es el caso de su pareja, señora o señorita - no es un hombre. Personalmente, no entiendo como no le dieron un Oscar de algo por ese trocito milagroso de película).
3. Uniforme. Las mujeres, desnudas (en invierno se les facilitará un abrigo transparente, que tampoco es cuestión que se vayan resfriando por ahí). Vale, vale, los hombres también, aunque tras ser evaluados por un tribunal femenino, porque no todos estamos para enseñar y, reconozcámoslo, la mayoría perdemos sin ropa. Pero las mujeres todas, que nosotros no somos (¡Gracias al cielo!) tan exigentes como ellas.
4. Trabajo. En vez de once meses de trabajo y uno de vacaciones, propongo hacerlo justamente al revés: once meses de vacaciones pagadas y uno trabajando (que entre asuntos propios y bajas se queda en una semanita mal contá). (Tengo compañeros a los que aún así, al final, la empresa les debería horas...)
5. Economía. Esta parte parece la más difícil, pero en realidad es más simple que sumar dos más dos. A todos los jefazos, vices, directores, presidentes, consejeros y demás se les quita un 40% de su salario mensual y se reparte entre los currantes de verdad que somos los que sostenemos (lo poco que nos dejan) la economía de este país. ¡O mejor! Se podrían usar esos eurrillos para generar empleo, que al paso que vamos alguno se va a jubilar antes de empezar a trabajar.
¡Pues ya está! Yo, con estos cinco puntitos, estaría más contento que una lechuga (independientemente de que el tribunal femenino considerase si me tengo que despelotar o no). Pero, lógicamente, es todo una quimera imposible. A los que de verdad quieren hacer algo, les cortan la cabeza para que dejen de pensar y, a los de siempre, se la sudamos tan descomunalmente que pasan de exprimirse las neuronas para intentar encontrar soluciones con un mínimo de lógica.
En fín, que ya están aquí otra vez las elecciones. Y yo, en mi metro, me debato encarnecidamente entre dar mi voto a Espinete o a Spiderman. Porque lo que es dárselo a los del cardo o a los del buitre, se los va a dar su puñetera madre.
¡Uf! ¡Llego a mi parada! Tengo que bajarme. ¡Hasta el próximo viaje!

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